miércoles, 1 de febrero de 2012

El lugar donde palpita el océano (Expedición Manokwari)

Una extraña anguila en Papúa.
Cuando este nuevo post vea la luz, los miembros de la Expedición Manokwari 2012 ya habremos iniciado nuestro largo viaje a la remota Papúa occidental. Para los que no estéis familiarizados con este lugar os diré que no hay científico en el mundo que no sueñe con la isla de Nueva Guinea, donde aún es posible encontrar rarezas nunca vistas, como ranas arborícoras, arañas saltarinas o  tiburones que caminan. Soy un incondicional seguidor de las investigaciones de Gerald Allen –que, junto al arqueólogo mexicano Guillermo de Anda, encabeza mi lista de "científicos respetados", aunque ya habrá tiempo para hablar en este blog de arqueología submarina-, quizá el ictiólogo más importante del mundo, algo que me ha llevado a seguir sus pasos en aguas tan lejanas como Christmas Island o Raja Ampat. Bueno, pues el prestigioso doctor ha calificado la bahía de Cenderawashi -objeto de nuestra expedición- como "las Galápagos de los arrecifes de Indonesia" por su enorme y peculiar biodiversidad. A mí, utilizando licencias más literarias, me gusta llamar a esta zona de Papúa "el lugar donde palpita el océano". En 2007, en una entrevista realizada en Bali, Helen Newman, responsable de la organización Conservación Internacional (CI) para esta zona de Asia, me explicó que esta región se presenta como un verdadero santuario para los científicos, aunque también hay que decir que, de igual modo, ya se teme lo peor, ya que distintas actividades humanas pueden malograr los descubrimientos y aniquilar especies que sólo serán apreciadas en un espacio corto de tiempo si no se pone el remedio adecuado a tiempo. Esto ya lo había comprobado yo mismo en 2004, cuando en una de nuestras expediciones estuvimos estudiando (también en Indonesia) una serie de fondos marinos que habían sido arrasados y destruidos totalmente por desastres naturales, como maremotos, terremotos y erupciones volcánicas. Para nuestra sorpresa, pudimos comprobar que sólo unos años después del desastre, la naturaleza se había vuelto a abrir paso con mucha más fuerza que antes de la catástrofe y todo estaba más que recuperado..., sin embargo, aquella expedición también nos llevó a hacer prospecciones en arrecifes coralinos que habían sufridos daños por acción del ser humano, más concretamente, por pesca con explosivos. 15 años después, aquello seguía desolado, nada había vuelto a crecer allí. Nuestra conclusión fue que la naturaleza es capaz de regenerarse por sí misma si el daño lo causa una fuerza natural, pero si la destrucción la origina el hombre, allí no vuelve a crecer vida jamás. Es la historia de siempre, este planeta está formado por dos clases de seres humanos: los que entienden y los que nunca han entendido nada.
¡Larga vida a los océanos!


PD. Espero que en el próximo post, ya pueda empezar a contaros cosas interesantes de nuestra expedición, dame tres días y cruzad los dedos para que el "milagro de la cobertura telefónica" se me aparezca en algún momento.
Sigue el diario de la Expedición Manokwari en www.sge.org y en facebook @RevistaInmersion





Gorgonias gigantes en el archipiélago de Banda, seis años después de una erupción volcánica.


Una bomba casera sin estallar en un arrecife de Tifore.