jueves, 16 de febrero de 2012

El cuento al revés (Expedición Manokwari 2012)


Tras dos días de infructuosa espera, la expedición decidió continuar la exploración de arrecifes desconocidos en otras zonas de Cenderawashi pero, tres días después, confiando en que el influjo de la luna llena había desaparecido, regresamos a Nabire en busca de los tiburones ballena. Y allí, estaban, esperándonos.

Un buceador rodeado de tres tiburones ballena/CHANO MONTELONGO
Cuando, a través del visor de mi cámara, ví a mi amigo y compañero Paco Nadal rodeado de tres descomunales tiburones, me di cuenta que aquí, en la remota Papúa occidental alguien ha cambiado el cuento. Lo normal es todo lo contrario: tres (o más) buceadores rodeando a un solo tiburón ballena, tal y como he podido comprobar en otros lugares del planeta, como Baja California, el caribe mexicano, Mozambique, etc., donde siempre el número de buceadores (o apneistas) es muy superior al de estos gigantes del océano. Pero, aquí no, en Cenderawashi el cuento lo narra alguien ajeno a nuestro mundo, un universo donde el Durango bintang, el “tiburón estrella”, vive en paz, en armonía con una naturaleza donde hasta ahora el hombre forma parte de ella. Aquí no tiene depredadores, sólo “amigos” que los veneran y los alimentan. Y viven confiados, tanto que cuando oyen los motores de nuestras dinguis acercándose a las de los pescadores comienzan a salir de las profundidades. 

Dando de comer a un tiburón ballena/CHANO MONTELONGO
Emergen como espíritus silenciosos en busca de esos pequeños seres negros que hacen ruidos y expulsan esas columnas de burbujas que tantas cosquillas les hacen. Podría parecer una exageración, pero son ellos, los tiburones, los que se nos echan encima, los que buscan el contacto con nosotros, los que muestran más curiosidad por los recién llegados. Todos nos vamos de aquí sabiendo que nunca veremos un espectáculo igual. No hay lugar en el mundo donde se observe al pez más grande que existe de esta manera… y confieso que eso me llena de preocupación porque este “santuario” tiene sus días contados si no se regula a tiempo lo que va a suceder en el futuro, porque, de lo que sí que estoy seguro que cuando se conozca con detalle lo que aquí está ocurriendo una avalancha de personas querrán venir a comprobarlo por sí mismas, pagando lo que haya que pagar, y esto tiene todos los visos de desmadrarse a la primera oportunidad, ya que el gobierno indonesio sólo se limita a cobrar un importante suma de dinero a los visitantes por bucear en estas aguas y no parece que se preocupe por conservar el patrimonio natural que hoy posee. Pero claro, ellos flipan con los occidentales, no entienden porqué venimos tan lejos para nadar con tiburones, porque pagamos tanto dinero por ello, no conciben que estemos de vacaciones y nos metamos un tute entre pecho y espalda sólo para admirar la naturaleza: “¿Y no se enojan?”, preguntaba uno de los pescadores de las bagans cuando uno de nuestros marineros les explicaba que nos levantan a las 6.30 de la madrugada para meternos en el agua. 


Tiburón ballena junto a buceadora/CHANO MONTELONGO
No entienden nada, sólo que nuestras extravagancias les reportan a ellos mucho dinero y no se imaginan que nuestra voracidad puede acabar pronto con su riqueza natural. Espero equivocarme, pero creo que con respecto al Durango bintang sólo tomarán medidas cuando el desastre ecológico sea un hecho evidente y esto me plantea, como periodista y divulgador de estas maravillas, un serio problema de ética profesional y responsabilidad ambiental. Por el bien de estos animales nunca podré contar la verdad de lo que hemos sido testigos en este viaje.

¡Larga vida a los océanos! 

2 comentarios:

  1. Por fin....
    Enhorabuena por la experienca, por el trabajo y por tus letras que nos hacen disfrutar del buceo desde nuestro pc. Bsitos desde Madrid.

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  2. Pero debemos ser conscientes de la responsabilidad de nuestros propios actos aunque estos se realicen con la mejor de las intenciones y razones ya que pueden ser causantes del principio del fin.... pura teoría del caos

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